Vistas de página en total

jueves, 16 de abril de 2015

#Confesión N°2.

Hace ya casi un año que falta en mi vida. Dolía en aquel momento, dolía porque la quería. Quería a aquella niña como si fuera mía. Pero hace mucho que no duele, ella misma hizo que dejara de doler. Consciente o no fue colocando un ladrillo cada día y, al cabo de muy poco, teníamos en frente un sólido muro. Pero cuando ella pudo verlo el cemento ya había secado y lo abrazaba una feroz enredadera. Era tarde, muy tarde. Mientras ese muro no nos llegaba ni a las rodillas era sencillo, pero me cansé de saltar. Pasó de la cintura y jamás lo volví a cruzar. Nunca me había dolido tanto una decepción como me dolió aquella, era mi vida. Tanto tiempo dando tanto y que tan rápido cae todo. Tanto tiempo huyendo del diablo cuando realmente lo tenía al lado. Tanto tiempo pensando si me equivocaba y yo era la culpable, que en realidad puede decirse que lo era. Me deje manejar demasiado, me conformaba con tan poco que para mi era tanto, me deje llevar por el amor. Hoy veo lo que dejé con ella, veo años de risas, pero también veo años de desesperación. Veo como he cambiado, como voy madurando y viendo la vida cada vez más clara. Te veo a ti, encasillada en tu juego de niña y llamándome culpable. Puedo ser borde, sabionda o dramática porque sé lo soy, pero nunca llegaré a ser tan hipócrita como demuestras cada día que eres. Y jamas podrás decir que te traicioné, que soy falsa o cualquier estupidez que se te pueda pasar por la cabeza, porque sé admitir mis errores y el único que he cometido contigo es haberte dado mi confianza. Ojalá nunca te quedes sola, porque verás el presente que tienes ante tus narices.