Teniendo en cuenta la cantidad de veces que me negué a
sacrificar mis fines de semana para pasarlos entre cuatro paredes y
desconocidos, podría garantizar que si yo fuera mi madre nunca hubiera pisado
esa clase.
Recuerdo el día que fui a firmar el último papel. Aquel
bolígrafo Bic pesaba más de lo normal. A cada dato que escribía le encontraba
otra pega a ese maldito curso.. Que si las tardes de los Viernes y Sábados, que
si madrugar los Domingos, que si pagar 150€, que si no conocer a nadie,..
Busqué las mil y una excusas para zafar de aquello, pero ninguna era lo
suficiente susceptible para mi madre.
Llegado el día 10 de Enero, yo me encontraba con el pijama
puesto a las cinco de la tarde y tirada en cama mirando a la nada, a las seis
era la presentación del Director del curso y por supuesto, no había gana
ninguna. Aunque aquella tranquilidad enseguida fue interrumpida por los gritos
taladradores de mi madre. "¡ Ainhoa, levántate y vístete que es tarde
!" Como no, exagerando la hora. Mientras remangaba los vaqueros pensé,
"bah será media hora de charla y luego ya me puedo ir". Mentira.
Fueron dos largas horas de palabras que realmente ni escuché la mitad, en mi
cabeza sólo rondaba un continuo "y aún estamos a Enero.." Cuando
entré lo único que vi fue una silla libre entre dos desconocidas, me senté y no
quise ni saber quiénes eran. Y si ya parecía bastante tortura allí estaba el
señor Fredi dando la brasa, haciéndose pasar por buena gente. La gente siguió
llegando y de 15 personas que eran sólo conocía a Iñaki y Samuel. En cuanto
aquel tío llamado Carlos nos dijo "gracias por venir, mañana a las diez
primeros auxilios con Jose, sed puntuales", me levanté y fui la primera en
irme. La que me esperaba allí hasta Marzo.
Como costó levantarse a las nueve y media aquel Sábado para
volver a la Casa Azul. Aquellas cuatro horas de primeros auxilios teóricos se
hacían eternas, mis párpados hacían todo lo posible por perder contra el
cansancio mientras yo luchaba por mantenerlos abiertos. Aun acababa de empezar
el curso y ya quería que llegara Marzo, maldecía a cada minuto la decisión de
mi madre por obligarme a estar allí. Si es que las dos horas de descanso para
comer no llegaban a nada y a las cuatro de la tarde de nuevo allí, clase de
reciclaje con una tal Marisa. Para romper el hielo nos hizo presentarnos fe una
manera un tanto especial.. Y eso fue algo que nos quedó grabado para el resto
del curso. ¿Habéis oído hablar alguna vez de los canudos? Si, canudos no
canutos. Y venga a hacer churros; dos canudos, las cuatro y media; siete
canudos, las cinco menos veinte; trece canudos, las cinco y siete. Las ocho no
llegaban y a mí se me pegaban los dedos. La cola se me despegaba de las manos
como la piel cuando te quemas en verano. Cuando pudimos irnos fui de nuevo la
primera en escapar. Mis amigos me decían que faltara algún día, la verdad es
que no sé si me echaban de menos o simplemente no querían escuchar mis quejas.
Domingo, nueve y media de la mañana, yo despierta. Nos
tocaba la primera salida. Lourizán. Yo lloraba sólo de pensar que estaba en pie
para ir a ver árboles. La voz de Marga fue la que me empujó a que fuera junto a
ella, Rosana y Dámaris hasta nuestro destino. Aquella salida nos cambió, nos
unió un poco más. Allí, después de que Pacucho encontrara su árbol, nos sacamos
nuestras primeras fotos de grupo. Si, llovía, pero nada nos quitó la sonrisa.
Aunque todavía permanecía sin ganas de seguir sacrificando
mis tardes de fin de semana, empezaba a cogerle cierto gusto al ambiente entre
los compañeros. Ya teníamos un grupo en WhatsApp en el que nos pasábamos
horarios, ideas, imágenes,..
A pesar de aquella aburrida tarde de Viernes con el director
Carlos en legislación y la interminable mañana del Sábado sobre naturaleza, aún
quedaba lo peor.. Ya había despertado con mal humor aquella mañana y cuando al
fin tocaba descanso para comer, mi madre me preparó lo que más odio en este
mundo (después de las lentejas claro), pescado. Mi depresión crecía por
momentos, no me veía aguantando hasta Marzo. Pensaba que aquel Sábado no podría
ir a peor, pero una vez más me sorprendió. Mientras intentaba recuperar horas
de sueño antes de que llegaran las cuatro, mi padre se acercó a mi habitación y
me dio la noticia: "Ás catro vou contijo que anoteime ó curso."
Cuando Carlos informó por el grupo de WhatsApp sobre una nueva incorporación
todos estaban entusiasmados por hacerle el juego de Marisa, hasta que yo
intervine y dije que era mi padre. Llegadas las cuatro, volví a la Casa Azul y
esta vez con mi padre 5 metros más atrás. Nada más abrir la puerta todos vieron
mi cara y soltaron unas risillas, en cuanto me senté Adriana , Juan y Arancha
me dieron su pésame e intentaban sacar un lado bueno a aquello.. No lo había. Y
aquel segundo Domingo de madrugón, fue dedicado a las cestas, sombreros y algún
que otro objeto deforme de canudos que fueron donados a nuestras madres como
cestas de pinzas.
Cada semana mis ganas de ir eran mayores hasta que veía que
mi padre también bajaba del coche. La primera clase de psicopedagogía con Jose
Carlos (Padre de Carlos profe y Marido de Marisa), sin duda fue la clase más
chapa de mi vida, encima venía con deberes incluidos. Pero el fin de semana fue
amenizado gracias a Isa con sus juegos. Tendremos eternamente grabada la imagen
de Rosana haciéndole un streepties a Fran, Adriana vestida de hombre y Mon de
mujer. Y terminamos con un Domingo de canciones con Lussy (Hija de Marisa pero
no de Jose Carlos ni hermana de Carlos). Nos enseñó canciones, bailes, bailes
con canciones y aun nos quedaba más.
Y al fin, el Viernes más esperado por todos.. La cena. Que
si vino, que si cerveza, que si licor café, que si crema de orujo,.. Lo que era
un grupo aun algo disperso, se convirtió en un grupo unido que salía de
carallada a la cuarta semana de curso. ¡ Qué noche la de aquel día !
Gracias a ellos también tuve el mejor cumpleaños de mi vida.
La lluvia no nos quitó Allariz y allí, de campo, soplé mi bengala de los
diecinueve años. Estuvimos en O Rexo, que mucha oveja y mucho queso pero
nosotros nos fuimos como volvimos. Pero la tarde en las termas nos quitó todo
lo malo, aunque alguno que otro volvió a casa con dolor de culo. Entre azufre y
vapores volvimos a casa más relajados que nunca. Visitamos Salazón, pero nos
quedamos sin acuario y también sin Gandarío..
Nuestro Viernes de Disculpa fue celebrado como dios manda..
Salimos Las 'mujeres' del grupo, ni un hombre.. El Sábado tuvimos a nuestros
ganadores en el festival de Comparsas y nos quedamos sin desfile, pero el
Carnaval continuó.. Y continúa..
Hoy ya hace una semana de nuestro mejor fin de semana de
curso. Nos quitaron Gandarío, pero no nos podían quitar la Lanzada. Entre
juegos nocturnos de búsqueda, mosquitos, calor, frío, escapadas a las cuatro de
la mañana a la playa, risas, licor café, 'pásame el porro',.. La visita
mañanera a la granja de Sarantellos más que alegrías nos trajo pulgas y un
silbato que a día de hoy no sabemos hacer sonar. Y por supuesto, la gran gala
nocturna. Nos merecíamos aquello como los que más. Hubo premios, comparsa, obra
de teatro, baile y por su puesto risas. Aquella era nuestra última noche y no
podían faltar más chupitos y escapadas a la Lanzada.
Y hoy es nuestro último Viernes juntos, nuestro último fin
de semana. Mañana la clausura, nuestra última cena.. Decimos adiós a nuestros
madrugones juntos, a nuestros malos días, a los buenos, a los bostezos, a las
risas, a las lágrimas, a los enfados, a los tropezones, a los comentarios de
Rosana, a los bailes de Marga, a la las ocurrencias de Pacucho, a los cotilleos
de Fran, a los gestos de Noelia, a los datos 'interesantes' de Carlos, a la
ausencia de Iñaki y Samuel, a la alegría de Sara y Fanny, a la 'timidez' de
Juan, a los gritos de Dámaris, a los tropiezos de mi padre, la información
sobre el desembarco pirata que cada semana nos daba Ton, la agilidad para las
manualidades de Adelina y Elvira, las fumadas de Mon y lo bien rodeada que
siempre aparecía Tamara. Lo que empezó siendo algo forzado acabó siendo lo que
me alegraba los findes. Cada uno de ellos ha puesto un poco de si para que
mientras escribo todo esto esté sonriendo y a la vez llorando de alegría y pena
por no querer decir adiós.
Gracias.
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